domingo, 4 de noviembre de 2018



Acabo de leer Neblina Púrpura, de Vernor Muñoz. Un relato que, a la manera de los mitos, recrea ante nosotros fragmentos de unas vidas que transcurrieron en San José de Costa Rica entrelazadas por las rutinas de una banda de rock que, como tantas otras en nuestros países de América Latina y el Caribe, solamente dejó un disco impreso en una compilación provinciana de “lo mejor de la nueva ola”.

A pesar de haber crecido en la época de irrupción los Beatles, el twist, el rock, mi mundo no fue el de la música. Si el de los libros. No se ninguna canción completa, en ninguna lengua, ni las viejas melodías de los bambucos y los pasillos colombianos que inevitablemente se cantan en las noches cálidas de vacaciones o en las reuniones familiares, y menos las de los clásicos en inglés que se mencionan en el libro. Pero eso no quiere decir que esa música no haya formado parte de mi vida. Todavía me acompaña. La vida no es posible sin música.

Si en Cómo ríe la luna, la anterior novela de Vernor, la música es un telón de fondo que acompaña todo el relato y le da contexto, en Neblina purpura salta al primer plano. Es a su ritmo que se construye el relato; sus compases y tiempos marcan la aparición de los personajes y pautan sus desarrollos, la manera como entrecruzan sus destinos, construyen sus futuros y rememoran sus pasados. Todo eso para dejarnos ver su presente, que es memoria enactiva. No resulta extraño pensar que Neblina púrpura es una exploración en las profundidades de los pliegues y las particiones de los mapas nocturnos sobre los que se construyó Cómo ríe la luna.

Es un relato breve, cerrado, con una estructura simple, de dos tiempos, matizada por compases bien definidos, con desenlaces progresivos, sorprendentes; narrados con “solos”, “pulsos”, “improvisaciones” y “amplificaciones”, en un lenguaje poético, de metáforas potentes que le dan densidad y lo llevan más allá de la descripción llana. En superficie y en profundad, su lectura fue como un sorbo de agua fresca en un día caluroso.

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